La guarrilla se pone manos a la obra con el nardo del chaval, lanzándose a salivarlo entero tragándose el rabo hasta asfixiarse teniendo que coger bocanadas de aire siempre que se libera de la mamada. Mientras se dedica a comerle los huevos, la perra no da descanso a la tranca y la pajea, dándole las últimas chupadas escuchando los gemidos del tío que avisan de la inminente corrida.
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