La morena se echa la siesta totalmente en pelotas después de hacer sus ejercicios de yoga y el cabrón que se la encuentra así no duda en empezar a acariciarla despertándola del letargo abriéndola de piernas para lamer su coño sin dejar de agarrar sus melones. Con los agujeros empapados, la cerda se lanza a montar al pervertido que ve las tetas meneándose a dos centímetros de su cara, entregándose los dos a comerse las entrepiernas hasta que la cerda pajea hasta chorrear toda la corrida.
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