La abuela se ha hecho con un amigo en la librería, que tras recomendarle unos libros interesantes, la acompaña hasta su casa. Resulta que el chico no está interesado en la lectura, sino que lo está de la abuela, pues no solo tiene un fetiche por las señoras mayores, sino también por las gordas. Al ver esa mirada la abuela se rinde ante sus encantos, y se lo lleva hasta la habitación donde le come la polla, con un hambre de mese de abstinencia. El chico sabe que la vieja está necesitada, y le da rabo a lo bestia, por cada agujero donde su polla quepa.
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