A la jovencita le gustan las pistolas pero flipa de verdad viendo el arma que se gasta el cabrón, calentándose de tal manera que se abalanza sobre ella para chuparla haciendo al pervertido el más feliz del mundo. La guarra no se separa de su juguete ni de la polla que se hunde hasta el fondo de su útero, saltando con ganas dejando que el cabrón la reviente a cuatro patas para acabar aliñándole la cara.
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